15 oct 2017

El después

EN ESPECIAL PARA LOS LECTORES QUE ME PREGUNTARON QUÉ HABÍA HECHO DESPUÉS...

Después de morir mi novio, me quedé en mi pueblo unos dos meses y poco. Mi sobrina nació el 23 de abril, 2 meses día por día, de la muerte de Manuel. En su memoria, yo que fui su madrina, le puse el nombre de Manuela con el acuerdo de sus padres. Mi hermana hubiera hecho cualquier cosa para atenuar mi tristeza.
Durante ese breve espacio de tiempo, yo pensaba día y noche "¿Y ahora qué voy a hacer con mi vida?". Era tiempo de cegar el trigo y me propuse hacer la temporada, ganar mi sustento, como siempre había hecho.

Pero no estaba en forma y no pude acabar el primer día. A cada rato bebía agua y vomitaba, hasta que Maria Aliçe, una vecina y amiga, me dijo: "Te acompaño a casa, así no puedes trabajar".

Me tuve que rendir. (No era la primera vez que oía: "Esta chica no está hecha para este trabajo".)

Entretanto había recibido una carta de mi tía que vivía en Suiza, diciéndome cuanto lo sentía y que si quería emigrar podía contar con su apoyo.



Esa noche me despedí mentalmente de mi pasado. A los dos días recogí mi ropa, solo la negra, poca cosa, algunas fotos, me puse el anillo de Manuel detrás del mío para que no se me cayera y me fui a Estoril sabiendo que mi tia Adilia siempre me recibía como a una hija.

En el autocar y luego en el tren, sentía pesar sobre mí las miradas curiosas, compasivas e incrédulas de la gente. Es que mi aspecto debía ser patético. Creo que lo que más llamaba la atención, era mi rostro demasiado de niña, muy delgada, vestida de luto, con 2 alianzas en el mismo dedo... Preocupada y triste.

Mi propósito era buscar un trabajo de interna y ahorrar para el avión si salía lo de Suiza.

En un día encontré trabajo en Lisboa, mientras tramitaba la documentación. No sé cuantas veces tuve que ir a la embajada de Suiza y demás vueltas.

Entonces no era fácil salir del país legalmente, la mayoría de edad se cumplía a los 21 años y yo tenía 20, necesitaba la autorización de mi padre, un certificado de estudios de primaria, de vacunas, etcétera... Total, 6 meses para tenerlo todo.

La casa donde trabajaba era más bien hostil. Pensaba: "Si no me voy a Suiza me busco otra cosa..."

Cuando tuve el contrato firmado y todo listo, le dije a esa familia que me iba.

Le dejé una semana para buscar sustituta y luego recogí mis cosas y me quedé esperando que me pagaran, cual no es mi sorpresa cuando la hija, una mujer de unos 40 años, me dice que no tiene dinero en casa y que vuelva otro día.

Me fui muy cabreada, con la certeza de que no iba a volver, pero volví, era mi dinero y decidí que nadie se iba a reír de mí ni aprovecharse de mi soledad y desamparo. Cuando llamé a la puerta sentí que venía alguien pero nadie me abrió, esperé un momento sabiendo que me habían visto por la mirilla, bajé ruidosamente la escalera, luego volví a subir de puntillas, me situé a un lado donde no me podían ver e inmediatamente se abrió la puerta. Dije: "Buenos días, vengo a cobrar mi sueldo". Colorada como un tomate, me pagó y me fui contenta de mi astucia.

Por un momento pensé dejar una nota insultante en el buzón, pero no lo hice.

Salí a la calle, ya con mi billete de avión en el bolso, y pensé: "Manuel, descansa en paz que yo me defenderé".

No le dije nada a mi tia y esa fue la actitud de toda mi vida, resolver mis problemas sin preocupar a nadie.

Mis tios me llevaron al aeropuerto y emprendí el vuelo hacia una nueva vida.

(Escrito con la mirada) 

12 oct 2017

En la boca del lobo

Todos tenemos una biografía y mil historias para contar. La diferencia es que todos no tienen el tiempo que tengo yo, que me paso el día en un sillón ó en la cama.

Esto fue cuando compartía casa con dos chicas en Ginebra.
Pagaba 300 francos al mes. Una vez fui a correos a pagar el alquiler, puse el dinero y el librito donde apuntaba los pagos para que me pusieran el sello y cuando quice pagar no estaba el dinero, ni se había caído al suelo, ni detrás del "guichet", ni en ningún sitio.

La cuarta parte de mi sueldo se había volatilizado.

Estaba claro que me habían robado y solo podía haber sido la persona que habian atendido delante de mí. El funcionario me dió su nombre y dirección, un barrio que sabía donde estaba.

Ni corta ni perezosa cogí el bus, busqué la calle y el número, y allá voy...

La entrada del bloque era oscura y lúgubre. Llamé a la puerta, me abrió una mujer y me encontré en un antro que daba miedo, igual que los personajes que allí vivían, una mujer y un hombre de mediana edad.


Educadamente les expliqué la historia y pedí a la mujer que verificara sus cuentas, que le deberían sobrar 300 frs. Ambos fueron al cuarto y salieron diciendo que no les sobraba nada, mientras yo pensaba: "Estos dos son unos estafadores pero no creo que me maten por 300 frs".

Y dije: "Entonces tendré que ir a la policía". Se les cambió la cara, dijeron: "Vamos a ver otra vez". Y de repente sí sobraban 300 frs. Cogí el dinero y salí de allí con el corazón a mil. Cuando les conté a mis compañeras la aventura, ambas exclamaron: "MAIS TU ES FOLLE!!!"



 (Escrito con la mirada)