24 jul 2010

Lolita

Este domingo 25 de julio se cumplen 2 años de la muerte de Lolita, la esposa de Angel.
Cuando él me contrató para cuidarla, ella ya estaba muy deteriorada por la enfermedad de alzheimer. En ese primer verano, después de darle la cena, la vestía y salíamos a dar un paseo por el barrio.
En uno de esos paseos nos cruzamos con mis hijas, que iban paseando a Telma, nuestra perrita, quien al verme corrió a saludarme saltando sobre mis piernas. Entonces Lolita se inclinó muy contenta y dijo claramente: "¡Oh, el perrito!". Fue la única vez que oí su voz.
Ese mismo verano nos ocurrió algo muy desagradable y a la vez insólito. Ibamos por una calle, Lolita que no mantenía el equilibrio sin ayuda, iba del brazo de su marido y yo la sostenía por el otro lado. De pronto sentí que alguien se pegaba a mí por detrás y oí una voz decir: "Señora, suelte el bolso, tengo una navaja". Efectivamente la tenía, y había cortado la correa de mi bolso pero yo lo tenía cogido con la mano y cuando me amenazó, solté a Lolita y le hice frente. Los dos tirábamos del bolso que acabó abriéndose derramando su contenido por el suelo, y al ver mi teléfono móvil, el ladrón lo cogió y salió corriendo.
Lo insólito es que todo esto ocurría en presencia de multitud de personas que, como nosotros, tomaban el fresco en las terrazas.
Mientras yo recogía mi cosas, unos jóvenes habían reaccionado y echado a correr tras el agresor, pero lo que  llamó mi atención fue ver a Angel que también corría en la misma dirección.
Entonces, en medio de todo esto, me acordé de la pobre Lolita, me giré y la ví caminando sola tambaleante y sin rumbo. La alcancé de una carrera, y nos sentamos en el primer banco que ví. Sólo entonces mis nervios cedieron y me puse a llorar como una "Magdalena". Alrededor, la gente comentaba que no era para menos, pero yo lloraba por todo lo que me había pasado en los últimos 3 meses: separación, mudanza, obras en el piso, me habian robado 4 veces... enfin, que me sentía la más desgraciada de la Tierra.
Cuando llegamos a casa y mientras nos tomábamos una infusión, le pregunté a Angel porqué había dejado sola a su mujer. Se quedó extrañado, pues hasta ese momento no se había dado cuenta. Tras una noche de sueño, ya recuperada del susto, casi me atraganto con el café cuando por la mañana en el bar donde desayunaba, me preguntaron si me había enterado de lo sucedido...
A lo largo de los años la fuí conociendo a través de su marido, y juntos fuimos superando las diversas etapas de esta enfermedad, cruel donde las haya.
Ellos no tenían hijos, pero Angel suplía esa carencia estando pendiente de su esposa las 24 horas del dia.
Cuando pude levantarme, tras un mes y medio en la cama, yo había perdido 7 kilos, pero cuando la ví a ella mi corazón se encogió: pálida, extremadamente delgada y la mirada totalmente ausente.
Sabía que se acercaba el fin y hubiera querido estar a su lado los últimos 4 meses. Me pregunto  si me habrá echado de menos.

15 jul 2010

Situaciones: 3 hijos + 1 marido = 6 hijos


Quizás aquella tarde mi marido tuviera algo que hacerse perdonar y por eso decidiera acompañarnos en nuestro paseo diario.
Mi hijo había recibido por sus 10 años el monopatín de sus sueños y en cuanto llegamos a nuestro parque buscamos el sitio adecuado, para que lo disfrutara. Yo me senté en un banco desde donde podía mantener bajo vigilancia a mi grupito, y empecé a hojear una revista.
No habían pasado ni 10 minutos cuando al levantar la mirada veo a mi marido bajando la cuesta a toda velocidad en el monopatin, sus hijos corriendo detrás. Lo que pensé fue "Está loco, ya hemos pasado 2 operaciones de hernias discales, lo que me faltaba es que ahora se cayera".
Les perdí de vista en la curva tras los árboles, y aunque mi impulso fue el de ir a ver, me dije "Qué demonios, están con su padre ".
Pasado un rato, al volver a mirar el camino, el cuadro que se deparó ante mis ojos fue el de un hombre subiendo la cuesta sostenido por un niño de 10 años y una niña de 6. Atrás venía la pequeña de 4 añitos abrazada al monopatín, tras el que quedaba ocultada por completo. Al acercarme supe que era serio por el dolor que reflejaba su cara.
Total, me tocaba correr hasta el porton de salida donde había una cabina de teléfono desde la cual pude llamar un taxi, volver con ellos y emprender la retirada pasando por el hospital donde le confirmaron una fractura de tobilllo y consecuentemente, escayolado, regresamos a casa para cenar.

P. S. Anoche mientras me buscaba unas fotos para este post, me dice mi hija: "Mamá, ¿has visto el comentario de David?"
Como siempre que oigo este nombre, una figura se perfila frente a cualquier otra. La descarté por imposible, y mentalmente, buscaba a un David del entorno sevillano, cuando capté el tono y la mirada de Rosalia. Decia "Mamá, David, nuestro David". Entonces abrí la página y leí algo que "m'a bouleversé et transformé en fontaine" para el resto de la noche.
David, mis recuerdos abrazan los tuyos. Si te asomas por aqui otra vez, dime cómo me has encontrado.

6 jul 2010

Análisis sobre la ELA (Parte 2): El principio del fin


Recuerdo el regreso de Mylena, pues la había echado mucho en falta.
La esperaba en el aeropuerto, un poco apartada de la gente, por miedo a los empujones, mientras Jose estaba lo + cerca posible de la salida. No sé porqué, recuerdo que vestía de blanco y me pareció preciosa.
Nuestras vidas  retomaron el curso normal, yo mejoré y volví a mis actividades.
Rosalia se marchó y Mylena continuó sus estudios. Pero algo había cambiado. Mi ritmo ya no era el de antes, me cansaba, tardaba + en hacer mis tareas, caminaba + lentamente...
Mylena cogió la costumbre de pasar por mi trabajo en la radio, al salir de la facultad, para ayudarme y volver juntas a casa.
Aún así, el verano de 2007 decidí cumplir el deseo de mi hija mayor y viajar a Ibiza. Tras consultar con mi compañera de aventuras (aquella que viajaba conmigo cuando llegué al mundo), que como siempre se mostró entusiasmada, hicimos la reserva de vuelo y hotel.
Pasamos una semana formidable, pero en nuestros paseos yo siempre iba unos pasos por detrás y, ni mi hermana ni mi hija, comprendían que esperase sentada en una terraza mientras ellas iban de tiendas.
De vuelta a Sevilla volví a mis consultas médicas, mi trabajo... y asi fue pasando el resto del año.
Había pedido cita con un neurólogo de la S.S. y me tocaba esperar hasta final de febrero. Mientras tanto seguía viendo al Dr. "X" por cuenta privada.
Llegó el día de la consulta en el hospital.
Un neurólogo me examinó detenidamente y después anunció que no coincidía con el Dr. "X" en el diagnóstico de infarto cerebral, ya que las isquemias eran insignificantes y se localizaban en la parte izquierda de mi cerebro, por lo que deberían afectar al lado derecho de mi cuerpo, y no al izquierdo, tal como era mi caso. Con prudencia pronunció la palabra "Parkinson" que nos dejó a mis hijos y a mí consternados. Nos mandó hacer + pruebas y nos despedimos hasta la próxima cita.
Como anédocta os cuento que Rosalia, ni corta ni perezosa, con la intención de buscar comparativas ante la interminable decisión sobre mi diagnóstico, redactó una especie de circular explicando mi caso y tratando de inepto al neurólogo que me había visto durante meses. La envió a varios especialistas entre los cuales estaba el "inepto", y aunque no decía su nombre, evidentemente se reconoció en la descripción, tanto + que el artículo lo firmaba ella con su nombre y apellido.
El dia 14 de marzo a las 6h de la mañana, como cada día me levanté dispuesta a empezar mi jornada laboral, pero ese día la rutina se rompió al mismo tiempo que la vertebra L.12 de mi columna vertebral.
Estaba haciendo mi cama cuando perdí el equilibrio y caí vertiginosamente de espaldas contra la pared, como si un enemigo invisible me hubiera empujado violentamente.
Oí el estruendo del golpe y ya en el suelo, mientras luchaba contra el desmayo, supe que me había roto algo. Estaba en el trabajo y sabía que tenía que levantarme del suelo como fuera y sin demora. Estudié la forma de darme la vuelta hasta quedar boca abajo, deslizando hasta tener los pies contra el ropero, apoyando los brazos en la cama y haciendo palanca hasta quedar de rodillas.
Luego tomé aliento e impulso, me incorporé, cogí el móvil de la mesita, llamé a mi hija, salí de la habitación, desperté a Angel para que llamara a una compañera y, cuando llegaron mi hija y el novio, nos fuimos al hospital, de donde regresamos 6 horas después en camilla y en ambulancia.
Esa fue mi última noche de trabajo... y el principio del fin.